viernes, 5 de octubre de 2018

DEMASIADO BUENO PARA NO COMPARTIRLO...

Cuando Gandhi estudiaba Derecho en Londres, un profesor de apellido Peters le tenía mala voluntad; pero, el alumno Gandhi nunca le bajó la cabeza y eran muy comunes sus encuentros:
Un día Peters estaba almorzando en el comedor de la Universidad y el alumno viene con su bandeja y se sienta a su lado; el profesor, altanero, le dice: "Joven Gandhi, Ud. no entiende! Un puerco y un pájaro, no se sientan a comer juntos"; a lo que Gandhi le contesta: " Esté Ud. tranquilo profesor, yo me voy volando" y, se cambió de mesa... El Señor Peters verde de rabia, decide vengarse en el próximo examen; pero, el alumno responde con brillantez a todas las preguntas... Entonces, le hace la siguiente interpelación: "Gandhi, Ud. va caminando por la calle y se encuentra con una bolsa, dentro de ella está la sabiduría y mucho dinero, ¿cuál de los dos se lleva? "... Gandhi responde sin titubear: "¡Claro que el dinero, profesor!" El profesor sonriendo le dice " Yo, en su lugar, hubiera agarrado la sabiduría, ¿no le parece?"... Gandhi responde: " Cada uno toma lo que no tiene profesor"... El profesor Peters, histérico ya, escribe en la hoja del examen: "IDIOTA" y se la devuelve al joven Gandhi... Gandhi toma la hoja y se sienta... Al cabo de unos minutos se dirge al profesor y le dice: "Profesor Peters, Ud. me ha firmado la hoja, pero no me puso la nota..."

A veces la gente intenta dañarnos con ofensas que ni siquiera nos hemos ganado. Pero sólo nos daña el que puede y no el que quiere. Si permites que una ofensa te dañe, te dañará. Pero si no lo permites, la ofensa volverá al lugar de donde salió.

lunes, 30 de mayo de 2011

para emocionarse !!!

                                                       PAPA OLVIDA 
Escucha hijo: voy a decirte esto mientras duermes, con una manita
metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida.
Hace unos minutos, mientras leía mi libro en la biblioteca, sentí una ola
de remordimiento que me ahogaba. Culpable, bien junto a tu cama.
Pensaba que me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la
escuela, porque apenas te mojaste la cara con la toalla. Te regañé,
porque no te limpiaste los zapatos. Te grité, porque dejaste caer algo al suelo.
Durante el desayuno te llamé la atención también. Volcaste las cosas.
Tragaste la comida sin ningún cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa.
Untaste demasiada mantequilla en el pan. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el coche,
te volviste y me saludaste con la mano y me dijiste: " ¡Adiós, papácito!" ;
y yo fruncí el ceño y te respondí:" ¡ Ten erguidos esos hombros !".
Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te ví de
rodillas jugando. Tenías agujeros en los pantalones.
Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí:
¡Los pantalones son caros y si tuvieras que comprarlos tú, serias más cuidadoso!
Pensar hijo, que un padre diga eso.
¿Recuerdas, mas tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste
tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista,
impaciente por la interrupción, titubeaste en la puerta. ¿Que quieres
ahora?, te dije bruscamente.
"Nada", respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me
echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron
con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón
y que ni aún el descuido ajeno pudo extinguir. Y luego te
fuiste a dormir con pasitos ruidosos en la escalera.
Bien hijo; poco después fue cuando se me cayó el libro en el regazo y
entró en mí un terrible temor: ¿ que estaba haciendo en mi la
costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender. Esta
era mi recompensa a tí por ser un niño. No era que yo no te
amara, era que esperaba demasiado de tí. Te medía según la vara
de mis años maduros.
¡Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter! Tu corazón es
grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste
esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado
hasta tu cama en la oscuridad y me he arrodillado lleno de
vergüenza.
Es una pobre confesión. Sé que no comprenderías estas cosas si te las
dijera cuando estás despierto, pero mañana seré un verdadero
papá. Seré tu compañero, sufriré cuando sufras y reiré cuando rías.
Me morderé la lengua cuando vaya a pronunciar palabras
impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: " No
es más que un niño, un niño pequeñito ".
Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado,
fatigado, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos
de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado,
demasiado....

(W. Livingston Larned)

miércoles, 25 de mayo de 2011

Nota:

Hola gente les dejo una dirección para que puedan acceder a una nota sobre los E-books. saludos. http://www.malavida.com/go/descargar-y-leer-ebooks